miércoles, 8 de octubre de 2008

Sueños


La Bruja Blanca

Estoy descalza en un jardín muy grande, creo que acabo de atravesar un río de agua transparente pasando por un puente de madera, hace frío, está comenzando a oscurecer. Me encuentro frente a la puerta de una cabaña achaparrada y redonda rodeada de árboles grandes. Toco a la puerta que se abre. Dentro, una
mujer de unos 60 años vestida de blanco, pequeña, gorda, arrugada, con expresión perversa me hace sentir insegura. Está contenta de verme, me estaba esperando, me indica que entre. Lo hago despacio y desconfiada, el lugar está adornado con objetos brillantes, miniaturas de muñecas, platos, estatuas. Por todos lados hay mantelitos hechos con gancho. Huele a galleta y a encerrado. Me invita a sentarme en la sala, los sofás son muy suaves, tanto que me cuesta trabajo moverme para acomodarme mejor. Mientras ella se aleja yo me quedo pensando que estoy atrapada y comienzo a tener miedo. Vuelve con un te, me mira fijamente y sonríe como disfrutando el plan que tiene para mí.

-La niña está en la cuna, me dice la bruja mientras me acerca la taza. Suena el teléfono

La bruja se aleja de la sala y yo me levanto con mucha dificultad, llego al cuarto con la cuna, está justo al centro del lugar tapada por velos blancos, me acerco para hacerlos a un lado con prisa y cuando estoy metiendo mis manos oigo a la bruja diciendo algo que no entiendo. Está al teléfono todavía pero me asusto y entro a la cuna que siendo mágica, me recibe en ella y me vuelve invisible. La bruja no aparece, no oigo ruidos, ha pasado un rato largo, ya se ha hecho de noche. La niña está tranquila, duerme. No se decir cuanto tiempo ha pasado, temo que se haga de día en cualquier momento, a esa hora no podré escapar, ella podría vernos.

¡Oigo algo! ¡Está en el cuarto! ¡Pero yo no la vi entrar!

Se oyen una bisagras rechinar, el cofre de madera que está junto a la puerta se va abriendo lentamente. Tapada por los velos de la cuna apenas logro distinguir cómo una figura vaporosa que se alza sobre el cuarto va saliendo del baúl. Da unas vueltas sobre la cuna, lanza chillidos frustrados, se condensa de un golpe y aparece frente a mí. Me está mirando y ahora ve a la niña, no se atreve a abrir el velo. ¡Ahora lo entiendo! Ella no puede hacerlo, para eso me quiere, pero yo estoy aquí dentro.

Sale enfurecida del cuarto y yo aprovecho ese instante para tomar al bebé y salir de ahí. Vuelvo a escuchar ruidos ¡Se está acercando de nuevo! El baúl está vacío, entro en él y se cierra de golpe. El espacio parece más pequeño pero cabemos cómodamente las dos. La niña sigue tranquila, creo que confía en mí. No se que sucede afuera, oigo sus pasos ir y venir, está muy inquieta, a veces habla para sí misma en un lenguaje que no entiendo pero se que está enojada. Oigo cosas que caen al piso y se quiebran, el teléfono está sonando y ella no contesta. La imagino sentada sobre el baúl o parada frente a él. Creo que tiene muchos objetos embrujados pero no sabe como utilizarlos y eso la enfurece.
Sabe que estoy en su casa, sabe que tengo a la niña y sabe también que puedo serle útil. ¿Cuánto tiempo habrá pasado ahora? Estoy ansiosa por salir de aquí pero no sé qué será mejor. ¿Debo espera más? Si es de día ella me verá y yo a ella no. Levanto la tapa del cofre muy despacio, no veo nada, tal vez no lo he movido, todo está oscuro ¿Será que...?
Con mucho cuidado pero firme, alzó la tapa y salgo de ahí. La niña camina, está junto a mí. No dice nada, solo me mira y sonríe. Caminamos hasta la entrada, abro la puerta, salimos de ahí. Aún muy cerca comenzamos a cantar complacidas esperando que alguien nos escuche.

-Ustedes regresaran aquí después, cuando recuerden lo que están olvidando hoy y cuando recuerden como llegar a esta puerta. Aquí estaré para ustedes, sobretodo para ti, dijo la bruja blanca. No era claro a cuál de nosotras enfocaba cuando dijo eso, cerró la puerta con el viento y aunque las dos temblábamos de frío, seguimos cantando.